Sunday, March 25, 2012

Ejercicio 1. El inicio

Un comienzo alternativo para el texto Seda de Alessandro Baricco.



Lu Chin y Mikael Larsson se habían conocido en el año 1904 en algún lugar perdido de las tierras del norte del país Nipón. Eran tiempos en los que Japón gozaba de uno de los niveles de esperanza de vida más altos del mundo. Lu chin era una niña perteneciente a la comunidad Ainú, una tribu indígena cazadora cuyo origen era todo un misterio. Sonja Akerlünd una entregada historiadora que siempre había sentido fascinación por la cultura Japonesa y decidida a hacer un gran proyecto de historia se dio a la tarea de gestionar permisos para el acceso a esta tribu a través de la embajada de Japón en Estocolmo. Era madre soltera. Su hijo se llamaba Mikael Larsson y decidió embarcarse en esta aventura con su hijo a bordo.

Allí, Mikael se conoció con ella. Mikael se convirtió en un buen amigo y eran tan inseparables que si no hubiese sido por sus rasgos fisonómicos pudieran haber pasado fácilmente por hermanos. Mikael rápidamente aprendió sus costumbres y su dialecto, Lu Chin siempre estaba dispuesta a enseñarle todo lo que su tribu le había transmitido a través de la oralidad. Al principio fue difícil su comunicación pero con el tiempo Mikael demostró una sorprendente rapidez mental cuando se trataba de aprender cosas nuevas, demostró adaptarse con impecable agilidad al cambio, de manera que establecieron un fuerte vínculo que en ciertos momentos excedía lo fraternal. Pasaron tres años, Mikael tenía dieciséis y Lu Chin tenía catorce, era tiempo de devolverse a su lugar de origen y su mamá empacó maletas y partieron temprano con la luz del alba. Una lágrima se vio rodar por las mejillas de aquellos dos jóvenes enamorados, se despidieron entre llantos y se podía notar la tristeza que se presenciaba en la escena. Mikael estaba montado en una carroza halada por un caballo, mientras Lu Chin agitaba la mano y con cada segundo la distancia se hacía más grande. Rompía el corazón ver presenciar ese momento. Mikael gritó lleno de angustia que volvería por ella, que lo esperara que la historia entre ellos no había terminado. Lu Chin –también a los gritos- le dijo que pensaría en él todas las noches y le pidió que siempre que viera la luna llena en el firmamento se acordara de ella, que ella también lo estaría pensando –lo que ellos no sabían era que la luna que se veía en Suecia no era la misma que se veía en Japón, pero poco les importaba, el amor generalmente tiene una connotación pueril que lo hace más bello-. Todo fue dicho en el idioma de la tribu y para Sonja Akerlünd, su madre; que iba justo al lado no fueron más que palabras proclamadas que nunca podría entender, a ella se le dificultó demasiado aprender el lenguaje de aquel grupo indígena olvidado en el norte de Japón, pero la tarea había sido completaba así que partía con cierta satisfacción que se podía entrever en sus ojos.

Al otro lado de la escena Lu Chin sintió a sus escasos catorce años como su corazón se partía en mil pedazos, la primera de las veces que su corazón se partía por amor. Y prometió para sí misma que nunca lo olvidaría.

El tiempo había pasado, Mikael se había convertido en un sueco de fisonomía agreste. Lu Chin representaba a la perfección el prototipo en esencia de la belleza oriental. Ella había seguido las costumbres ancestrales de su tribu y se había asentado con quien era el gran cacique, no había tenido hijos debido a una malformación congénita en su aparato reproductor. El cacique siempre vivía de mal humor porque no podría dejar quien continuara su legado y ella nunca había podido amarlo, ni a él, ni a nadie más en la vida. Pensaba en Mikael pero no de la manera que lo hacía antes, pensaba en si él la recordaría como ella lo recordaba y se decía para si misma que el amor no era más que una vil patraña que le dio por inventarse a sus antepasados para no sentirse tan infinitamente solos.

En la tribu de los Ainú, por mandato explícito del gobierno, la tribu se vió obligada a aprender japonés como segunda lengua a parte de su ya conocido y muy practico dialecto.

Mikael Larsson había crecido, se había ido de casa, había ido a la universidad y había obtenido su título, en su vida todo cambiaba, y algunas cosas se olvidaban menos aquella constante por la que pasaba noches en vela, un sentimiento que se acentuaba en las noches de luna llena, cuando pensaba en aquella chica oriental de ojos rasgados que se había quedado a morar en su corazón hacía ya varios años.

No hubo manera de hacer contacto con ella durante tantos años y aunque Mikael anhelaba verla desde hacía mucho, el suceso nunca se dio. Ahora él tenía treinta y cuatro años y ella treinta y dos y él se preguntaba si ella pensaba en él cada noche antes de irse a la cama de la misma manera como pensaba él en ella.

¿Qué locuras estoy dispuesto a hacer por amor? Se preguntó una noche de verano en la isla Hedeby –su lugar de residencia- se dio cuenta que la vida es demasiado corta y demasiado compleja como para no hacer algo que podría devolverle el sentido,, y se dispuso a hacerlo todo, decidió que los ahorros que había tenido en sus largos años como profesor de cátedra iban a ser utilizados para la más justa de todas las causas: el amor, había estudiado lenguas y como algo casi predecible escogió Japonés como su idioma de especialización. No sabía con que iba a encontrarse, tampoco le preocupaba. Había planeado que si Lu chin aún lo recordaba y estaba tan decidida como él, iban a fugarse, se fugarían a Suecia o se asentarían en Japón, no le importaba donde iban a vivir con tal de ella estuviera a su lado.

Partió al siguiente día, era el año 1923 y justo le tocó embarcar en el Tyne, una gran embarcación que llevaba haciendo la ruta Suecia-India desde el año 1905, una vez allí tomaría una embarcación más que lo llevara hasta tierras niponas. Un barco que medía de Eslora; de proa a popa 240.8 metros y de Manga; de estribor a babor 26.8 metros con una propulsión de cuatro hélices laterales y una potencia de 90.000 caballos al eje, una embarcación que lograba alcanzar 26 nudos (48km/h) con capacidad para albergar 2.165 personas distribuidas en primera, segunda y tercera clase, algo que se ajustaba a su presupuesto, pero a decir verdad era lo único que llegaba hasta la India, era un viaje que tardaba ocho meses incluyendo el trayecto desde la India a Japón, suficiente tiempo en el que Mikael planeó todo. Imaginaba que Lu Chin estaba al frente y le decía en voz baja: “Espera por mí, amor mio… que ya voy en camino”.

Una vez llegó allí, la embarcación se detuvo en el puerto de Zonozuke, un puerto al norte de la isla, donde consiguió un guía dispuesto a llevarlo al asentamiento de los Ainú. Mikael tuvo tiempo para conocer a su guía, un chico joven que no excedía los diecisiete que debido a su padre, un nómada de tiempo completo, había conocido gran parte de los recorridos y las poblaciones del norte. Mikael le había contado de la razón por la que realizaba el viaje, él se dispuso a ayudarle, pero cometió el error de informar a su familia acerca del cometido del hombre antes de partir con aquel extranjero. Mikael le había dado una buena cantidad de dinero para que le sirviera de guía, tanto tiempo ausente había había hecho preciso conseguir un guía porque ya no recordaba el camino.

Lllevaban 7 días en este largo trayecto y comenzaba a anochecer, ya estaba muy oscuro y decidieron detenerse a fin de armar la carpa para poder descansar, faltaban 8 horas de camino, una distancia que podrían recorrer sin problema alguno en las primeras horas del día siguiente, y llegarían al asentamiento de la tribu momentos antes de que comenzara el atardecer. Poco sabía Mikael de lo que estaba por suceder…

Al día siguiente cuando despertó…

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