Imagen Gráfica y Textual

EJERCICIO 1. EL INICIO

Un comienzo alternativo para el texto Seda de Alessandro Baricco.



Lu Chin y Mikael Larsson se habían conocido en el año 1904 en algún lugar perdido de las tierras del norte del país Nipón. Eran tiempos en los que Japón gozaba de uno de los niveles de esperanza de vida más altos del mundo. Lu chin era una niña perteneciente a la comunidad Ainú, una tribu indígena cazadora cuyo origen era todo un misterio. Sonja Akerlünd una entregada historiadora que siempre había sentido fascinación por la cultura Japonesa y decidida a hacer un gran proyecto de historia se dio a la tarea de gestionar permisos para el acceso a esta tribu a través de la embajada de Japón en Estocolmo. Era madre soltera. Su hijo se llamaba Mikael Larsson y decidió embarcarse en esta aventura con su hijo a bordo.

Allí, Mikael se conoció con ella. Mikael se convirtió en un buen amigo y eran tan inseparables que si no hubiese sido por sus rasgos fisonómicos pudieran haber pasado fácilmente por hermanos. Mikael rápidamente aprendió sus costumbres y su dialecto, Lu Chin siempre estaba dispuesta a enseñarle todo lo que su tribu le había transmitido a través de la oralidad. Al principio fue difícil su comunicación pero con el tiempo Mikael demostró una sorprendente rapidez mental cuando se trataba de aprender cosas nuevas, demostró adaptarse con impecable agilidad al cambio, de manera que establecieron un fuerte vínculo que en ciertos momentos excedía lo fraternal. Pasaron tres años, Mikael tenía dieciséis y Lu Chin tenía catorce, era tiempo de devolverse a su lugar de origen y su mamá empacó maletas y partieron temprano con la luz del alba. Una lágrima se vio rodar por las mejillas de aquellos dos jóvenes enamorados, se despidieron entre llantos y se podía notar la tristeza que se presenciaba en la escena. Mikael estaba montado en una carroza halada por un caballo, mientras Lu Chin agitaba la mano y con cada segundo la distancia se hacía más grande. Rompía el corazón ver presenciar ese momento. Mikael gritó lleno de angustia que volvería por ella, que lo esperara que la historia entre ellos no había terminado. Lu Chin –también a los gritos- le dijo que pensaría en él todas las noches y le pidió que siempre que viera la luna llena en el firmamento se acordara de ella, que ella también lo estaría pensando –lo que ellos no sabían era que la luna que se veía en Suecia no era la misma que se veía en Japón, pero poco les importaba, el amor generalmente tiene una connotación pueril que lo hace más bello-. Todo fue dicho en el idioma de la tribu y para Sonja Akerlünd, su madre; que iba justo al lado no fueron más que palabras proclamadas que nunca podría entender, a ella se le dificultó demasiado aprender el lenguaje de aquel grupo indígena olvidado en el norte de Japón, pero la tarea había sido completaba así que partía con cierta satisfacción que se podía entrever en sus ojos.

Al otro lado de la escena Lu Chin sintió a sus escasos catorce años como su corazón se partía en mil pedazos, la primera de las veces que su corazón se partía por amor. Y prometió para sí misma que nunca lo olvidaría.

El tiempo había pasado, Mikael se había convertido en un sueco de fisonomía agreste. Lu Chin representaba a la perfección el prototipo en esencia de la belleza oriental. Ella había seguido las costumbres ancestrales de su tribu y se había asentado con quien era el gran cacique, no había tenido hijos debido a una malformación congénita en su aparato reproductor. El cacique siempre vivía de mal humor porque no podría dejar quien continuara su legado y ella nunca había podido amarlo, ni a él, ni a nadie más en la vida. Pensaba en Mikael pero no de la manera que lo hacía antes, pensaba en si él la recordaría como ella lo recordaba y se decía para si misma que el amor no era más que una vil patraña que le dio por inventarse a sus antepasados para no sentirse tan infinitamente solos.

En la tribu de los Ainú, por mandato explícito del gobierno, la tribu se vió obligada a aprender japonés como segunda lengua a parte de su ya conocido y muy practico dialecto.

Mikael Larsson había crecido, se había ido de casa, había ido a la universidad y había obtenido su título, en su vida todo cambiaba, y algunas cosas se olvidaban menos aquella constante por la que pasaba noches en vela, un sentimiento que se acentuaba en las noches de luna llena, cuando pensaba en aquella chica oriental de ojos rasgados que se había quedado a morar en su corazón hacía ya varios años.

No hubo manera de hacer contacto con ella durante tantos años y aunque Mikael anhelaba verla desde hacía mucho, el suceso nunca se dio. Ahora él tenía treinta y cuatro años y ella treinta y dos y él se preguntaba si ella pensaba en él cada noche antes de irse a la cama de la misma manera como pensaba él en ella.

¿Qué locuras estoy dispuesto a hacer por amor? Se preguntó una noche de verano en la isla Hedeby –su lugar de residencia- se dio cuenta que la vida es demasiado corta y demasiado compleja como para no hacer algo que podría devolverle el sentido,, y se dispuso a hacerlo todo, decidió que los ahorros que había tenido en sus largos años como profesor de cátedra iban a ser utilizados para la más justa de todas las causas: el amor, había estudiado lenguas y como algo casi predecible escogió Japonés como su idioma de especialización. No sabía con que iba a encontrarse, tampoco le preocupaba. Había planeado que si Lu chin aún lo recordaba y estaba tan decidida como él, iban a fugarse, se fugarían a Suecia o se asentarían en Japón, no le importaba donde iban a vivir con tal de ella estuviera a su lado.

Partió al siguiente día, era el año 1923 y justo le tocó embarcar en el Tyne, una gran embarcación que llevaba haciendo la ruta Suecia-India desde el año 1905, una vez allí tomaría una embarcación más que lo llevara hasta tierras niponas. Un barco que medía de Eslora; de proa a popa 240.8 metros y de Manga; de estribor a babor 26.8 metros con una propulsión de cuatro hélices laterales y una potencia de 90.000 caballos al eje, una embarcación que lograba alcanzar 26 nudos (48km/h) con capacidad para albergar 2.165 personas distribuidas en primera, segunda y tercera clase, algo que se ajustaba a su presupuesto, pero a decir verdad era lo único que llegaba hasta la India, era un viaje que tardaba ocho meses incluyendo el trayecto desde la India a Japón, suficiente tiempo en el que Mikael planeó todo. Imaginaba que Lu Chin estaba al frente y le decía en voz baja: “Espera por mí, amor mio… que ya voy en camino”.

Una vez llegó allí, la embarcación se detuvo en el puerto de Zonozuke, un puerto al norte de la isla, donde consiguió un guía dispuesto a llevarlo al asentamiento de los Ainú. Mikael tuvo tiempo para conocer a su guía, un chico joven que no excedía los diecisiete que debido a su padre, un nómada de tiempo completo, había conocido gran parte de los recorridos y las poblaciones del norte. Mikael le había contado de la razón por la que realizaba el viaje, él se dispuso a ayudarle, pero cometió el error de informar a su familia acerca del cometido del hombre antes de partir con aquel extranjero. Mikael le había dado una buena cantidad de dinero para que le sirviera de guía, tanto tiempo ausente había había hecho preciso conseguir un guía porque ya no recordaba el camino.

Lllevaban 7 días en este largo trayecto y comenzaba a anochecer, ya estaba muy oscuro y decidieron detenerse a fin de armar la carpa para poder descansar, faltaban 8 horas de camino, una distancia que podrían recorrer sin problema alguno en las primeras horas del día siguiente, y llegarían al asentamiento de la tribu momentos antes de que comenzara el atardecer. Poco sabía Mikael de lo que estaba por suceder…

Al día siguiente cuando despertó…

EJERCICIO 2. ESCRITURA IN SITU: SUSANA, LETICIA, AMANDA...

Desarrollar una historia en un lugar del campus universitario, sin especificar el lugar donde ocurre.




Han pasado 20 días desde que hablé por última vez con Fernandina o Policarpa o Agustina, en realidad nunca supe su nombre y creo que ya no me importa. A veces sueño con ella, en uno de esos sueños, nos encontramos en un largo corredor alrededor de un no muy viejo edificio, construido en un estilo que si bien no representa nada contemporáneo, tampoco podría decir que carece del total gusto por la estética, conozco el edificio porque he estado allí. En mi sueño estoy en la cafetería, allí hay esparcidos por todo el recinto unas 10 o 12 mesas, y estamos hablando, hablamos de cosas, de sandeces, de complejos postulados de física cuántica y hasta de esas preguntas sin respuestas, me pregunta por mi edad y yo le digo que no me acuerdo, le pregunto por la suya y me dice que es muy confusa, me mira a los ojos y me dice: “tengo que confesar algo –pone cara de tragedia inevitable y agrega: - Creo que soy humana” yo me levanto y hago un ademán de aplauso y la felicito por tan excelente apreciación, pero en cuanto pasa el éxtasis y dejamos de reírnos, me golpea un incontenible sentimiento de nostalgia, porque ha diferencia de ella, yo no sé si soy humano, a veces me identifico más con un murciélago, ellos son miopes pero tienen buen oído como yo y en ese momento se me antoja que Ludwig Van Beethoven también era un murciélago, que al final se quedó sordo y ciego, pero murciélago al fin y al cabo.
Giro mi cabeza porque quiero terminar de identificar el lugar donde me encuentro, hay una gran edificación circundada por agua, sin duda más majestuosa que en la que me encuentro ahorita mismo y me pregunto por qué si puedo estar allí, en la bonita, en la majestuosa, en la otra edificación más magnánima, sigo aquí, en esta vieja y rudimentaria construcción. Cuando giro mi cabeza una vez más para seguir hablando con Silvia, Asuzena, Leticia, Roberta o como sea que se llame, caigo en la cuenta de que ya está tarde y de que ella no está allí donde estaba segundos antes, en mis sueños el tiempo pasa muy rápido, y en vez de ella, es mi mamá quien se encuentra allí sentada. Le pregunto: “¿má, qué haces en la U?” y me responde con otra pregunta: “¿no te acuerdas?” y yo le digo : “¿acordarme de qué?” y ella responde muy motivada: “Pues de por fin pase, de que pasé a la U, de que pasé a artes” y yo le digo: “Ah” y ella me dice: “no mentiras, son las 5 14 ya es hora de levantarse” Fin.

EJERCICIO 3. UN LUGAR DE LA CASA: EL CLOSET

Desarrollar una historia que tenga como escenario un lugar de la casa.



Siempre le causó terror pensar que esa puerta del closet pudiera abrirse y llevárselo a otro mundo, que no era este mundo pero del que tampoco tenía certeza de que fuera otro, era más el temor a lo desconocido.

Ese día Arnold había llegado temprano de la escuela, faltaba un cuarto para la una, y la noche anterior había soñado que un monstruo feo salía del closet y se lo llevaba adentro. El closet era un lugar frio, oscuro y tenebroso, o al menos eso era lo que pensaba el pequeño Arnold, él sabía que cosas raras pasaban allí, él escuchaba ruidos extraños allí adentro. Aquel día, al llegar de la escuela, mientras se estaba cambiándo de ropa, el frio y tenebroso closet se abrió de par en par y se tragó para siempre al pequeño Arnold.

EJERCICIO 4. CARACTERIZACIÓN DE PERSONAJES: ¿CÓMO SE LLAMA?

Caracterizar un personaje a través de los niveles físico, social o psicológico.



La vi entrar en el vagón justo antes de que el metro produjera ese molesto sonido que avisa que está próximo el cerrado de la puerta y pensé: ¿con que sí?. Era Lucia y tenía cara de noche de placer, de satisfacción sin medida, de sexo, pudor y lágrimas, tenía cara como de jueves por la noche en un ajetreado itinerario de orgasmos que parecieran no tener fin.

Ella había pasado una noche ciertamente placentera -con quien me atrevía a adivinar- había sido una muy grata compañía. Una noche que había disfrutado en gran medida por ese tan prolongado período de abstinencia y celibato al cual había sido sometida por su mamá, una vieja loca que la había internado en un convento porque quería que ella, Lucía, su hija, se hiciera monja.

Lucía debatió y forcejeó hasta que un día logró ser expulsada del convento cuando después de un fin de semana de licencia había ingresado bajo sus hábitos tres dildos que asemejaban a la perfección los prominentes falos de 3 buenos ejemplares equinos.

Su padre la acogió en casa tras el polémico acto. Él representaba todo lo contrario a su madre y desde hacia varios años ya no vivían juntos.

Cuando la vi entrar la saludé, hice un ademán como de todo bien con mi dedo pulgar de la mano derecha levantado hacia arriba y ella me respondió que todo bien mientras hacia el mismo gesto. La conocía desde mi infancia, fuimos muy buenos amigos y nuestra amistad iba y venía, no era algo constante, se daba más bien a períodos intermitentes, pero siempre que volvíamos a hablar era como si el período de ausencia nunca se hubiera dado.

Volviendo al tema, Lucía, tenía esa cara fascinantemente pícara que siempre había encontrado atractiva, y no era que me gustara, simplemente admiraba su belleza. Me contó que todo iba bien, que había vuelto a nacer, que estaba viviendo con su padre al norte de la ciudad. Cuando me dijo lo del norte me entró la duda y me atreví a preguntarle de manera bastante socarrona: "Hey Lucy -así era como siempre la había llamado- ¿y qué haces por aquí al sur?".

Tenía el cabello mojado, emanaba ese olor a feromonas satisfechas que no siempre es fácil de notar, no llevaba maquillaje, se notaba que se había dado una ducha rápido y por el sentido del tren sabía que volvía a casa. Era mala para mentir y no lo intentó porque sabía que yo sabría si ella estaba mintiendo. Así que me dijo mientras inflaba sus cachetes con montones de aire: "Es que.... Estaba moteleando". Me provocó risa, siempre me había encantado esa frescura con que decía sus cosas. Me entusiasmé con la idea y le dije que me alegraba, que se lo merecía, que me parecía muy bien que se diera gusto y me atreví una vez más a lanzar una pregunta que no esperaba que respondiera, pero he de confesar que me sorprendió, le pregunté: "¿Y eso?, ¿con quién?,¿cómo se llama?" y entonces me miró a los ojos y me dijo: "se llama Susana".

EJERCICIO 5. EL CIRCO

Desarrollar un cuento que tenga como eje central el circo.



Hacía 5 años no venía el circo al pueblo y la pequeña Carol estaba entusiasmada con la idea de poder conocerlo, nunca había ido, pero le habían hablado de personas capaces de hacer cosas extraordinarias: “Hay una mujer capaz de doblarse y meterse en una pequeña caja de vidrio donde ni siquiera tú cabrías – le dijo su prima Gloria que era algunos años mayor que ella – “y un señor que doma un león gigante”, cada vez que Carol escuchaba algo así, se imaginaba un mundo mágico, donde lo que muchos años le habían hecho creer que era imposible se hacia realidad,
Tanto le habían hablado del circo que Carol comenzó a fantasear con la idea de fugarse, de vivir allí, sentía –aun sin conocerlo- que era el lugar al que pertenecía, y ese deseo de formar parte del circo, comenzó a cavar profundo en su mente.

En el noticiero lo anunciaban, y pasaban pequeños fragmentos de espectáculos anteriores donde se podía ver el señor que era capaz de domar leones, y después de mucho ver el anuncio decidió que no solo iba a fugarse con el circo, sino que además sería la primera domadora de leones.

Practicaba con su pequeño french poodle, lo obligada a pasar un alambre en llamas, en secreto. Un día mientras hacía este acto, que ya se había convertido en parte de su rutina, su madre sintió el olor de algo que se quemaba y fue a dar un vistazo al cuarto de Carol, cuando vio el pequeño poodle saltando por un aro en llamas que Carol sostenía, dio un grito astronómico, no podía creer lo que veían sus ojos y comenzó a pensar que su hija estaba loca, Carol le decía que solo practicaba su acto, y con cada explicación que Carol le daba a su madre, ella menos entendía.
Sus padres preocupados, decidieron llevarla a tratamiento psicológico, al final del tratamiento el psicólogo concluyó que solo era un deseo de la niña, que todo estaba bien y que nada malo estaba pasando.

Tras mucha ausencia practicando su acto, Carol supo que no podía seguir intentando con su poodle, entonces, cada día se fugaba de su casa tomaba el gato del vecino prestado, se encerraba en las antiguas instalaciones del ferrocarril cerca a su casa y comenzaba a domarlo, tras cinco días de intentar y no obtener resultados se dio por vencida y dejó de intentarlo, se dio cuenta que intentar domar un gato era una causa perdida y mejor decidió sentarse a esperar.

El día por fin llegó, Su padre había comprado asientos para toda la familia, y Carol daba salticos de felicidad. La función iniciaba a las 6 30 p.m y estuvieron allí puntuales, ingresaron a la carpa, se ubicaron en sus respectivos asientos y el espectáculo comenzó, primero fue el acto del payaso, con el que soltaron incontables carcajadas, era solo el comienzo y Carol tenía claro que cuando terminara la función iba a esconderse allí, para fugarse con ellos, siguió el acto de los perros que sabían matemáticas, era una cosa increíble, pero el acto que Carol más esperaba, el del señor domador de leones, aún no lo presentaban, después vino el de las motos en el globo de la muerte, el de la equilibrista y el malabarista y por fin, apareció el señor domador de leones, a Carol le bastaron dos segundos para conocerlo, sintió que su corazón se detenía, era un sueño hecho realidad, y sacaron al gigante león, efectivamente era tan grande como su prima le había dicho, el acto del señor era impresionante, era como si el león y él fueran uno solo, se sincronizaban con cada movimiento, el público estaba anonadado y en la parte donde el domador ponía su cabeza dentro de las fauces del león, el león cerró sus mandíbulas con tanta fuerza que fue imposible para el domador lograr soltarse, el evento pasó de agradable a siniestro, se escuchaban gritos por todos lados y mucho llanto, la conmoción se apoderaba del mundo, todos buscaban la salida de aquella capilla sin lograr convencerse de que lo acontecido hubiera sido real y el circo, cerró para siempre.

Carol dejó de fantasear con la idea de fugarse con un circo y más aún la de ser una domadora de leones, porque en su cabeza, a sus escasos 9 años, creyó que el único fin posible para un domador de leones, era una muerte horripilante, que involucraba perder la cabeza de una manera literal.

EJERCICIO 6. LA ALMOHADA



No te voy a decir mentiras mi querido amigo Horacio, cada que cierro los ojos pienso en él y en cada momento de ocio que tengo, lo recuerdo.
Nunca he podido entender como la vida siendo algo tan importante pueda ser tan frágil.

También te tengo que confesar que desde que se fue, es como si mi chispa creativa se hubiese ido a la mierda, como si yo mismo me hubiera ido a la mierda, ya pocas cosas me importan, no se me ocurre nada, no tengo nada para decir ni nada nuevo para crear.

Él era algo así como lo que Simona Vespucci era para Boticelli, mi musa de la inspiración, y lo extraño tanto.

He descubierto una fascinación por el sueño, porque es ese lugar donde siempre lo veo. Siempre que entro en ese mundo que tiene como entrada mi almohada mi semblante cambia, dejo de estar triste, estando allí, le hablo, lo acaricio, lo beso, y unas ganas de congelar el tiempo y quedarme viviendo allí para siempre pasan por mi mente, definitivamente no hay nada como compartir con alguien que has aprendido a querer tanto.

Ayer pasé por el lugar donde lo vi por última vez con vida, y varias lágrimas rodaron por mi mejilla.

No te digo mentiras cuando te confieso que han pasado tres meses y no he dejado de extrañarlo, que cada que lo recuerdo siento que me duele en el corazón, un sentimiento de nostalgia me invade porque hecho de menos a mi mejor amigo, a mi amigo chocolate, a mi gran perro.

EJERCICIO 7. LAS UÑAS



Ese día todo se fue a la mierda. El fin por fin había llegado. Las uñas feas de los dedos gordos de los pies de los seres humanos, se apoderaron del mundo. Fin

EJERCICIO 8. PERFIL

Retratar un personaje a través de su personalidad con una intención clara de autor.
Estilo seleccionado: Despectivo y Visceral.



Estábamos reunidos y hablábamos como si nos conociéramos de toda la vida, cada uno contaba su propia historia, algunos incluso se sentían orgullosos y la contaban con finos detalles, pero la que más me sorprendió, sin duda fue la de José Arturo.

No voy a negarlo, este sujeto inspiraba terror y era respetado, su historia era macabra, a su lado todos parecíamos santos, era ese tipo de amigos que uno nunca llevaría a la casa, le decían la gonorrea por una enfermedad de transmisión sexual que nunca se preocupó por tratar con medicamentos, le decían la gonorrea, pero sabría Dios que más tenía.

Decía recordar todos los nombres de las personas de las que había abusado, no solo era un violador, también era un pedófilo, que inspiraba a grandes rasgo, disgusto, asco y temor, uno no sabía en qué momento se iba a poner agresivo, y era mejor tenerlo de amigo que de enemigo. Todo el mundo sabía que la gonorrea no era una persona que estuviera bien.

Nos contó que había iniciado su carrera de depravado, pervertido y miserable a los 17 años, con un combo de amigos habían violado y maltratado a una niña de 9, nos contaba que hacer ese tipo de cosas lo hacía sentirse poderoso, que le daba nuevos aires y que esa había sido la primera vez, pero que luego habían sucedido muchas otras.

En los pasillos rondaba el rumor de que la gonorrea había sido violado por su padrastro en repetidas ocasiones, que con el tiempo se había vuelto introvertido, pero que una vez comenzó a vengarse con el mundo ya no sentía vergüenza de su pasado, asumo que prefería sentirse un violador a una persona que han violado.
La peor parte del asunto es que la gonorrea era uno de esos personajes que no se arrepentía de lo malo que había hecho, que cada victima la exhibía como un gran trofeo.

Le habían dado cien años y no alcanzaban a ser suficientes para pagar todo el daño que había causado a las victimas y a sus familias.

Yo lo único que puedo decir es que la gonorrea es uno de esos convictos con lo que espero nunca tener que compartir celda.